miércoles, 2 de diciembre de 2009

Lucía Galetto, es Bachiller y mejor Compañera

Le ganó al síndrome de Down: Es bachiller y mejor compañera

Lucía Galetto tiene 19 años. Cursó y estudió sin ventajas. Ahora se prepara para trabajar.

Por: Verónica Toller

Sabe Computación. Escribe cuentos. Lee libros con placer. Sonríe y la luz ilumina su mirada de los anteojos. Lucía Recchia Galetto, tiene 19 años y acaba de terminar la escuela secundaria. Todo un logro. No sólo porque fue elegida mejor compañera por el resto de los alumnos sino porque tiene síndrome de Down, y terminó su 5° año en un establecimiento común.

La Escuela Normal Olegario Víctor Andrade de Gualeguaychú forma parte de su vida: a los 4 años comenzó su escolaridad en la salita de 3 del Jardín; continuó luego allí la EGB 1, 2, 3 y el Polimodal. Y como repitió 4° grado, terminó a los 19 y no a los 18.

"Yo me siento contenta por poder terminar la escuela. Gracias por todo, porque me hicieron ser feliz. Quiero decirles que me siento bien con ustedes y por eso estoy contenta. Son lo más lindo del mundo entero. ¡Esto es mi vida!", dijo Lucía a sus compañeros. Escribió un discurso que leyó con firmeza en el acto de colación de grados, frente a un auditorio completo de egresados, padres, docentes, directivos.

Los abrazos y besos emocionados no tenían que ver solamente con el cariño: sucede que Lucía es la primera alumna Down que llega, en Entre Ríos, a terminar su escuela secundaria normal.

Tiene tres hermanos menores. Ninguno con discapacidades. En cambio, con Lucía, adquirieron nuevas "capacidades": acompañan a su hermana, la apoyan, ayudan y la obligan a crecer, sin sobreprotegerla.

"Siempre supimos que nuestra hija debía hacer una vida normal, porque así se vive en sociedad. Si podía convivir en una familia con otras personas sin discapacidades, podía también perfectamente compartir con sus pares en otros ambientes como la escuela y el trabajo", dijo a Clarín su mamá, Verónica Galetto

Lo primero que hicieron con su marido y papá de Lucía, Pablo Recchia, fue buscar información. Se contactaron con la Asociación Síndrome de Down de la Argentina (ASDRA), y comprendieron que podían trabajar para que su hija no tuviera una vida segregada. A Lucía le tocó mostrar todo lo que era capaz de aprender. Verónica y Pablo crearon una estructura de apoyo en su propia ciudad.

En la escuela encontró la comprensión y el profesionalismo de docentes y directivos quienes tuvieron, más de una vez, que estudiar para saber cómo abordarla. Lucía recibió la asistencia de una psicopedagoga que colaboraba con ella y con los docentes, una psicóloga y un ayudante de aula. Estudiaba con su mamá como los demás hijos, aunque siempre requería un poco más de tiempo.

En cada materia seguía los contenidos comunes, con adaptaciones curriculares, en algunos casos, sobre todo en las evaluaciones.

"Ella aprendió estos años sobre la convivencia con los demás en los mismos ambientes. La diferencia enriquece y nos hace ser mejores personas –dicen Verónica y Pablo-. Fue elegida mejor compañera, con lo cual, sus compañeros le demostraron y nos demostraron que la experiencia de compartir la vida con Lucía no pasó desapercibida para ellos".

No recuerdan sus padres que alguna vez haya sido discriminada en la escuela. "Sus compañeros e incluso sus padres siempre la trataron con respeto y la ayudaron -dicen agradecidos-. Con los docentes, hubo experiencias buenas y otras no tanto. Pero todo ha sido aprendizaje. Lucía les dejó su huella. Incluso en quienes no estaban de acuerdo con que ella concurriera a la escuela". Ahora, va a comenzar a formarse para el trabajo, hasta encontrar lo que le gusta. "En otros tiempos, pensar que alguien con síndrome de Down iba a terminar la secundaria parecía una utopía -comentan Pablo y Verónica-. Habrá que seguir creyendo en ellas".


Maria Francisca Aliaga Barra

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