domingo, 29 de noviembre de 2009

Pregunta para subir la segunda solemne de integración (María Cenayda Vásquez Carranza)

EL AMOR SUPERA TODO Y LO VENCE


Esta es la verdadera historia de mi hijo Bruno.

Soy mamá de tres niños y el pequeño se llama Bruno. Como toda mamá esperaba con ansias a mi tercer hijo. Nunca pensé lo difícil, ha sido un largo parto.

El, hasta los dos años y medio fue un niño normal, hasta que descubrí que la piel de mi hijo se resecaba y se partía. Los doctores diagnosticaron el niño con piel de escamas. Nadie jamás puede imaginar el dolor que padecí y que sigo padeciendo.

Ya estaba en la edad de ir al jardín, pero él necesitaba cuidado especial, unas cremas especiales y cierto cuidado. No sabía que hacer, pedí a Dios fortaleza para tener el coraje de dejarlo unas horas en el jardín y otras con la nama. Mi trabajo no me permitía estar todo el tiempo con mi hijo. En mi familia el tema se convirtió una pesadilla y porque no decirlo en tabú, no podíamos hablar del tema, porque terminábamos llorando y peleando por la terrible desgracia que nos había sucedido.

El niño iba creciendo y llegó el tiempo de ir al Prekinder y Kinder. Lo matriculamos en un colegio subvencionado, sin ninguna dificultad. Pero en la medida que iba creciendo el niño desprendía un olor insoportable. No se imaginan lo que sufría, porque los niños le decían que tenía mal olor y por ello no querían jugar, además que él no podía jugar como todos, porque cualquier cosa que rozaba su cuerpo sangraba. Tuve varia entrevistas con las tías, ellas me animaban. Yo pedía que por favor no lo echar de ese colegio.

De todas maneras no podía tenerlo en ese colegio, porque el niño llegaba todos los días contando que sus compañeros le llamaban el pez descompuesto. Se me partía el alma, pero no podía hacer nada más. Me preguntaba cómo una madre puede dejar que su hijo que sufra, pero él tenía que ir a estudiar.

Así es que a primero básico lo llevé a otro colegio, que lo recibieron muy bien, pero el niño no podía seguir las clases al mismo ritmo de los compañeros, las tías comenzaron a llamarme para informarme del caso. Entiendo a las profesoras porque con 40 niños el tiempo es reducido, mi hijo era especial, necesitaba tiempo, consumía la paciencia. La profesora se le ocurrió una idea genial, designarle un tutor para que lo ayudara, por un momento me alegré, creí que se había encontrado la solución, pero una corazonada como decimos las mamás me invadió y un escalofrío traspasó todo mi cuerpo, pero no mencioné nada, todos los días la angustia me consumía. De repente me encuentro en la puerta del colegio al niño que hacía de tutor y él se acerca y me pregunta si soy la mamá del Bruno le digo que si y me dice, sabe yo era su tutor, pero ya no soy más porque “El bruno huele muy mal, mi mamá me dijo que no me junte más con él. Mi mamá envió una carta a la tía”.
No pude aguantar las lágrimas y solo pensé en lo terrible que debe estar pasando mi hijo. Así que fui a la capilla del colegio y lloré, en eso la directora que cruza me escucha y se acerca, me desahogué, conté toda mi pena y ella misma me ofreció su ayuda.

En ese colegio mi hijo pasó hasta cuarto básico, pero decidí cambiarlo a otro colegio. Cada día la piel de mi hijo era lastimoso, daba pena, no podría haberle pasado otra cosa, con el tiempo sus huesos se iba deformando, caminaba con dificultad.

Decidí cambiar nuevamente a mi pobre angelito. El papá no se metía en el tema, porque decía que él debía seguir trabajando para pagar la escolaridad. Me sentía sola, derrotada, pero al ver a mi hijo me fortalecía. Él no merecía ver mi sufrimiento y así fue, luche con todas mis fuerzas.

Postulé a otro colegio subvencionado, el niño no quedó por los resultados, pero cuando lo vieron la directora se compadeció y lo aceptó, yo me alegré porque sentí que por fin mi hijo iba a ser tratado como es. A las dos semanas de clase ya tenía la primera entrevista con la profesora jefe, profesora de matemática. Me pidió que acompañara a mi hijo, está desnivelado de sus compañeros, me comprometí y así fue, llegaba muerta del trabajo, pero sacaba fuerzas para ayudar a mi hijo, al parecer mi hijo se integró con sus compañeros, pero en los estudios sus resultados eran pésimos, incluyendo los ramos artísticos, muchos no podía realizarlos por su enfermedad. A mitad de semestre el panorama estaba complicado. La nota más alta era un 4,5. pero la mayoría eran rojos.

Pasaba noches sin dormir porque no sabía que hacer, el sueldo no alcanzaba para pagarle profesor particular. En agosto me llamó la Directora para exponerme el caso. Ella con mucha prudencia me dijo, su hijo necesita apoyo especial, es inteligente, pero nosotros no estamos preparados para ayudar a su hijo, además creo que en lugar de ayudarlo lo estamos perjudicando en su autoestima. Yo le aconsejo que lleve a un colegio especial o a un colegio pequeño. Allí será tratado como es, respetarán su ritmo de trabajo. Yo sentía que mi hijo estaba bien, ha sido acogido por sus compañeros, a esta altura no me importaba las notas, pero no quería verlo sufrir. Las razones que la directora me daba eran ciertos, mi hijo era especial. Él no podía estar en un colegio normal, después de haberme sentido la madre más infeliz, que no sabe que hacer con su hijo, pensé quizás el Señor tiene preparado para mi hijo algo mejor. Y después de pasar toda la noche llorando decidí buscarle un nuevo Colegio. Al siguiente día la directora me llamó a la oficina, me prometió ayudarme a buscar un colegio donde pudiera estar mi hijo. Esperé tres semanas, por fin llegó la directora me llamó y me dio el nombre de un colegio subvencionado, donde postulé e ingresó mi hijo.

Actualmente tiene 13 años y estudia en un colegio que tiene proyecto de integración, es un niño normal, sus compañeros lo tratan como uno más, juegan con él, no lo excluyen, lo integran en todas las actividades, cuando no puede hacer algo se turnan para ayudarlo. Me han devuelto a mi hijo, los profesores lo exigen, pero así él se siento como todos.

Creo que todo lo que pasé ha sido una experiencia dolorosa, pero me ha hecho valiente, he aprendido que la vida es difícil y siempre nos desafía. Nunca es bueno sentirse derrotados, cada vez amo más a mi hijo.

Esta es mi historia y el de mi hijo Bruno que actualmente vive feliz, asiste a un Colegio con proyecto de integración. Gracias a Dios estoy bien, el amor es el que lo supera y siempre vence.

Perdónenme por no dar ningún dato de colegio, pero quiero que mi hijo sea feliz y pase desapercibido. Ya hemos sufrido bastante.

Testimonio
Francisca Delgado Castillo













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